lunes, 27 de octubre de 2025

XV FIESTA DEL CHOPO CABECERO. ESTERCUEL: NATURALEZA, CULTURA, CONVIVENCIA





No todo el término de Estercuel está destrozado por las salvajes extracciones de carbón y de arcilla, para enriquecimiento ajeno. 

Le queda al menos la ribera del río homónimo o Zarzosa, más original, que estos días tiene el aspecto de una acequia abundante flanqueada de chopos cabeceros escamondados en 2017, dentro de una densa pradera desde el pueblo hasta el Monasterio del Olivar, una joya histórico-arquitectónica. La chopera es la más oriental de las del Sistema Ibérico.

Fue temprana la bienvenida dispensada por el alcalde, Joaquín Lahoz Boltaña en la plaza del Ayuntamiento que exhibía en su fachada, además de las banderas oficiales, una desplegada de Palestina, lo cual honra a la corporación y al pueblo. Chabier de Jaime, indispensable, junto a la gran Pilar Sarto, de Torre los Negros,  del Centro de Estudios del Jiloca,  introdujo la jornada, situándonos en su escenario ante el interesante programa del día. Dos centenares de personas lo disfrutamos.


Rellenamos coches y nos trasladamos al monasterio de Santa María del Olivar. Lozanos olivos de las variedades manzanilla y empeltre, cargados de frutos, adornan un lateral de la explanada interior. Ya dentro del edificio (hospedería en funcionamiento desde hace unos años), nos enteramos de que allí hay actualmente 6 frailes mercedarios. Éstos eran los encargados de rescatar a los cautivos cristianos retenidos en Argel siglos atrás. Se supone  que uno de esta orden participó en la liberación de Cervantes. Tirso de Molina se hospedó aquí para escribir después la obra teatral “La dama del Olivar”.



Salimos e iniciamos un precioso paseo remontando el río, jalonado de los cabeceros saneados. Cerrando la marcha, una agradable pareja de protección civil uniformada de azul y naranja chillón servida por la comarca Andorra-Sierra de Arcos da un punto de surrealista seguridad a una marcha familiar exenta de peligros. La fresca mañana hace más agradable la primera fase del recorrido. Un perrillo negro la goza correteando por el húmedo camino. En las paradas previstas adquirimos y reforzamos conocimientos entorno a esas 215 especies de escarabajos consumidores de madera muerta, del recurso de nidificación para aves como los carpinteros, del régimen de economía circular que suponía el aprovechamiento de los recursos proporcionados por los chopos: hojas (“chopina”) para las ovejas, corteza de las ramas para los conejos, madera para calentarse (“madera de río, madera de frío”, alusivo al bajo poder calorífico), las ramas “primales” para la construcción entre plantas, no en la cubierta, por su baja resistencia a la humedad, y para hacer comederas para el ganado lanar. Pilar recuerda las choperas como lugares de recorridos amorosos en la adolescencia. 

En el Caseto del Plano (empieza a hacer calor), Ángel Sancho Abella, sabio local, investigador en aspectos de la Antropología Social, nos presenta las “catarras”, que no son bichos dañinos sino túneles excavados en la roca de arenisca para elevar el agua procedente de un azud con destino al riego de los huertos de más abajo.

Llegados a ellas, las más ágiles y algunos niños agachan el lomo y exploran algunos tramos. 



Superado el mediodía, Herminio Santafé se dispone a lucirse ante la asistencia y escamonda impecablemente con su motosierra los dos chopos elegidos. Las enormes ramas desprendidas golpean el suelo con un estruendo seco. Dos se han quedado bloqueando un camino.


Vamos de museos: Primero al Centro de Interpretación del Fuego y de la Fiesta (de la Encamisada), situado en unas cuevas debajo del palacio de la Baronía. Aquí se exponen objetos, indumentaria y fotografías antiguas de personas participantes en el festejo ígneo. Después al Museo del Aceite, almazara espectacular. En la planta superior se expone en paneles “El Chopo Cabecero, un patrimonio para el desarrollo rural”.


Degustamos la paella en el pabellón 170 personas, flanquedas por la exposición de la X Concurso de Fotografía sobre el Chopo Cabecero. Al acabar reciben su reconocimiento los ganadores, de manos de Pilar, con la “kufiya” (pañuelo palestino) sobre los hombros. Acto seguido hace entrega del Premio Amigo del Chopo Cabecero al joven ingeniero de montes y motosierrista Miguel Ángel Lázaro Palacios, por su destacada implicación en la conservación de la especie.

El alcalde agradece la presencia en la jornada y La Hoz de la Vieja toma el testigo para la Fiesta del otoño del 26, a través de su enviado.


Acordes de guitarra eléctrica de la banda andorrana Deluxe Rock Band inician y acompañan el emocionante canto colectivo de SOMOS (como esos viejos árboles…), himno de la Fiesta. A continuación concentran sus abundantes decibelios musicales que en principio estaban destinados a la plaza, bajo el techo del recinto, por imprevisibilidad del tiempo. Empieza el baile.


Hay programadas más actividades: visita al monasterio y observación de estrellas, pero algunos emprendemos el viaje de regreso, que nos quedan unos cuantos kilómetros bajo la lluvia para llegar a casa.


Gonzalo Tena Gómez

Colectivo Sollavientos

martes, 7 de octubre de 2025

“TURISMO RURAL” EN MADRID






La Puerta de Alcalá (¡miralá!), El Retiro, el Museo del Prado, la fuente de Neptuno…

Pasamos de largo, veníamos a otra cosa.


Madrugón. El autobús nos recoge en Montalbán. Nos atiende amablemente el diputado de Teruel Existe Javier Ciprés de Ràfels/Ráfales, (Matarranya, comarca exquisita).

Una buena soba de asfalto y, tras las paradas en Monreal y el Área 112 de la Autovía del Nordeste, junto a Algora, atravesando Guadalajara a lo largo, desembarcamos en la divina capital del Reino, taifa del ínclito alcalde Almeida y la ínclita presidenta Ayuso, que no quiere que “Madrid se convierta en un campo de placas fotovoltaicas”. 

Recogida de carteles y nos lanzamos al Paseo del Prado. Y allí nos espera una muchedumbre rural proveniente de la piel de toro, enfervorecida: variedad de pancartas (“Salvemos el mundo rural agredido”, “Basta de minería salvaje”, “No al colonialismo energético”, “Revuelta España vaciada”, “Luchando por la supervivencia de nuestros pueblos, ¡Teruel existe”, “Cerrar Almaraz”, “Fiscalidad diferenciada ya”, etc.), de camisetas, aditamentos, pitos, de eslóganes, voces… y nos unimos y palante.

La Conferencia Episcopal se ha sumado a la marcha del medio millar de colectivos participantes, pero los obispos debían ir de paisano.

Las tres personas que veníamos de Aliaga (barrio de santa Bárbara) nos enganchamos a las dos pancartas enganchadas de la Plataforma a favor de los paisajes de Teruel, alusivas a la oposición a las macrocentrales eólicas y en pro de la conservación de la biodiversidad y los paisajes. Seis manos sollaventeras, entre otras de componentes de la Plataforma sostienen las dos pancartas. Tras de nosotros se escucha repetidamente:

                                          

                                                   ¡Los fondos de inversión

                                                    se llevan la riqueza,

                                                    nos dejan su basura

                                                    y un futuro de tristeza!


Llegamos al término, donde se ha montado un gran escenario cubierto forrado de negro para el acto final: vienen las alocuciones y actuaciones. En la base se ha colocado dos literas con  sendos muñecos aludiendo a los déficits sanitarios turolenses.

Con la presencia activa de una traductora al lenguaje de signos empiezan los parlamentos sobre el entarimado. 

El manifiesto final es leído enfáticamente por el periodista Javier Sierra (autor), asistido por Fernando Valladares (científico) y Rosa Arranz (ganadera segoviana): “Mi pueblo se muere… y lo matan...”. Se van desgranando los aspectos más acuciantes: falta de oportunidades y servicios sociales, pérdida de saberes del campo, carreteras, ferrocarril y vivienda, imagen deformada del medio y la gente rural, proyectos especulativos, corrupción política,… . Se recuerda que cultura deriva de cultus = cuidado de la tierra.


Pero hay SOLUCIÓN, a través del diálogo cargado de sentido común y visión de futuro sostenible (“cuidar de la madre Tierra”) entre los administrados y los administradores (muchos ligados a la ruralidad). Promoción de la ganadería extensiva, base de la vida rural, y valoración del trabajo de la mujer en el campo.

Un emotivo latido del corazón rural a base de repetir dos golpes de bombo del Bajo Aragón y uno de palmas de la audiencia, cierra el acto.

A comer y a embarcar de vuelta al mundo rural.


Gonzalo Tena Gómez 

Colectivo Sollavientos

miércoles, 1 de octubre de 2025

SANTA BARBARA *, PLACENTERAMENTE DISCRETA




El río de La Val comienza a encajarse en el término de Cobatillas. Más abajo el valle se abre y se estrecha después y vuelve a abrirse y acoge la antigua barriada minera de Santa Bárbara. En ella habitan permanentemente una docena de personas y transitoriamente nos alojamos bastantes más, algunos por meses. El decorado del escenario poblacional está presidido por el Cabecico de la Muerte -de constitución neógena-, con su falda discordante, formado por conglomerados, puro turrón geológico; la carretera al pie de las formaciones cretácicas de abajo a arriba Chert, Forcall y Villarroya -más ásperas la inferior y superior y tapizada de verde grisáceo la intermedia-, moteadas de botones de sabinas, hacia el noroeste, enfrentadas en la margen derecha del río por el pico jurásico Dehesillas, a cuyos pies discurre la carretera que se dirige a Camarillas, seguido de una cresta de la misma formación conocida como “La mujer muerta”. La corriente fluvial, interrumpida varias veces por la sequía estival este año, gira a la derecha para mostrar la vista de las ruinas del castillo sanjuanista de Aliaga.

Lamentablemente la mayoría de huertos de residentes, situados en la margen derecha del La Val, están yermos desde que en el verano del 23 una fuerte riada destruyó el azud del “Pozo del Ahogado” que les proporcionaba el agua. Algunos hortelanos no cejan en sus intentos de reconstrucción y ya casi han conseguido recuperar un derecho ancestral al riego recogido en el art. 1º de las Ordenanzas de la Comunidad

de Regantes de Aliaga, acogidas al art. 228 de la Ley de Aguas de 13 de junio de 1879.

Los manzanos y algún peral están repletos de frutos debido a la templanza de la última primavera lluviosa, pero nadie los cuida.






El urbanismo de Santa Bárbara (¡bendita, patrona de los mineros!) es rectilíneo, uniforme y armonioso: no se ha añadido ningún edificio al trazado original excepto un polémico observatorio astronómico (¡en el fondo de un valle!). Las viviendas, adosadas, de planta baja excepto en la calle Teruel, donde se añadió un piso, están construidas en la segunda mitad de la década de los cuarenta, con agua corriente y WC -un lujo en aquella época-. La gente provenía de distintas regiones del Estado. Habitaban los hogares en régimen de un módico alquiler (unas 70 ptas.) y disponían de un economato de la empresa (“Minas e Industrias de Aliaga”) para abastecerse de alimentos, de un lote de carbón y de leña para la cocina y la calefacción, así como de operarios de la misma empresa para las reparaciones. Los chicos hacían mucha vida en las casas de los demás -la familia de “los Gitanos” llegó a tener 14 o 15 hijos- y se percataban de las distintas comidas regionales. Si en una casa había una persona enferma, todo el vecindario la visitaba. El tío Matarranas se sacaba un sobresueldo vendiéndolas -bocado exquisito las ancas- al vecindario, mientras que el tío Eusebio

hacía lo propio con los conejos que cazaba a lazo en el monte.

Los muros de las casas son consistentes, de piedras de canteras próximas, que proporcionan un buen aislamiento térmico. Algunos vecinos se han acogido a la moda rústica de mostrarlas en sus fachadas, que originalmente estaban lucidas, y así continúan la mayoría. Tejas árabes rojizas cubren las hileras de casas, casi todos los tejados, originales. Algunas antiguas viviendas se han convertido en garajes. Toda la

traza urbana más baja, pegada al cauce del río, está expuesta a inundaciones recurrentes, hasta la fecha leves (hace muchos años, en una irrupción de las aguas, un vecino trasladó los puercos a más altura con la intención de salvarlos, y alguna vecina veraneante, más recientemente, dormía con un pie apoyado en el suelo para despertarse a tiempo en caso de inundación).

Las riadas arrancaban las palancas (pasarelas), pero no se las llevaban, al estar bien sujetas por un extremo a algún chopo. A mitad de la década de los 50, Lorencín, de dos años, murió arrastrado por las aguas en una crecida. Tiempo después, otro chico se hundió en el hielo, pero fue rescatado salvo. Acostumbramos a acudir a los puentes para ver salir el río tras la lluvia.

En un extremo del barrio se ubican las instalaciones de la Sierra, antigua serrería de la empresa minera, todavía en funcionamiento. En el otro, un hermoso edificio que funciona como acogedor albergue municipal y fue en su origen la fonda, que alojaba a los mineros solteros, y sede de colonias de niñas y adolescentes posteriormente. El edificio del cine, debajo de la carretera, ha desaparecido.



El edificio más destacado es una airosa iglesia de planta de cruz latina con elementos neogóticos (alguien lo ha calificado de “hormigótico”). Llaman la atención, aparte del conjunto, las enormes lámparas circulares de su interior, de aires visigóticos, sus vidrireras en los rosetones, arcos ojivales, arbotantes, contrafuertes, un pináculo, algún resto de forja y dos ventanas apuntadas al bies, simétricas, en el presbiterio -la del SE ha evitado la incidencia del sol sobre mosen Jesús y sus sucesores celebrando misa-. La casa parroquial aledaña está comunicada con un pasadizo elevado cubierto, hacia el coro, imitando a residencias episcopales junto a catedrales. Actualmente comparte su función religiosa con la de ser el Centro de Interpretación de la Minería, donde se muestra el proceso de construcción de la Central Térmica de Aliaga, de imprescindible visita. La iglesia llama a sus fieles con una sirena fabril, dado que el sonido de la campana, que da las horas, no llega bien al núcleo más poblado.

Otras edificaciones siguen, también pegadas a la roca y a la carretera: la antigua escuela de niñas y residencia de la pareja de la maestra, doña Luci y el maestro, don Félix, que llegaron a atender más de 70 alumnas y alumnos de una tacada, contenidas en el mismo bloque, que constituye un bello edificio, ahora residencia particular, gemelo del que se alza unos metros más allá, con la misma orientación, la escuela de

niños. En la parte superior vivió el capataz de la mina de carbón Hoya Marina. Las escuelas traen muchos recuerdos a quienes aprendían en ellas.

La vegetación de ribera es abigarrada y compuesta por las especies típicas: sauces, sargas, cornejos, galabarderas, endrinos, bizcoderas, zarzas, juncos, alguna sabuquera… Tremendos chopos cabeceros reclaman una escamonda saneadora, hacenrugir sus copas con las ventoleras y se encienden de amarillo cuando llega el otoño. En las paredes inaccesibles prolifera el té de roca, y la ajedrea, accesible, omnipresente, entre las piedras de la base. El tomillo ocupa espacios de bancales yermos.

Algunas noches y madrugadas el cárabo aporta amenidad sonora al ambiente con dos tipos diferentes de ulular: uno continuo (uuuuuuuuh…) y otro rematado con una especie de gorgoritos . Algunas tardes algún corzo berrea o emprende carrera ladera arriba. Este verano no se avistan las cabras monteses, que en años anteriores irrumpían en la carretera y pastaban en los jardines. La epidemia de sarna las ha más que diezmado. La zorra merodea el contorno -algún gallinero ya fue asaltado- y marca visiblemente su territorio con sus excrementos, las paniquesas también están presentes. Las madrillas se dejan ver cuando el río se recupera y nos devuelve su rumor. Algún día los buitres leonados planean sobre el valle o reposan en los riscos. A veces bandadas de abejarucos nos sobrevuelan emitiendo su típico canto colectivo y otras estruendosos cazas del ejército del aire. Diferentes especies de mariposas evolucionan cerca del río. El avión roquero anida en los porches de la iglesia. Pequeñas bandadas de gorriones van de aquí para allá y las conroyas solitarias agitan su cola rojiza sobre las tapias de los corrales. Cada vez es más difícil ver el brillo

fosforescente de las luciérnagas (gusanicos de luz) y a los murciélagos a la luz de las farolas. Algún pico picapinos tamborilea en la parte más alta del tronco de los chopos recientes. Pequeños arraclanes -¿por dónde se han colado?- se han refugiado en el interior de casas antes de acudir sus propietarias. Las esquilas de las vacas de León suenan en el barranco debajo del cabezo. Disponemos de una colonia felina a la buena de Dios. Este agosto han abundado los perros urbanos de todos los tamaños conducidos con el lazo por sus propietarias.

La Asociación Cultural local mantiene el bar (en el local que fue el casino atendido por la Juana) y organiza la fiesta tradicional para San Cristóbal, patrón de los camioneros (que transportaban el carbón a la central de Aliaga). A destacar la fervorosa procesión de los candiles.

Al entorno y algunas zonas del barrio, como en tantos pueblos, le irían bien batidas de voluntariado para eliminar plásticos.

Los residentes disponemos de un limitado servicio de transporte colectivo: el uso del vehículo individual se hace ineludible, como en todos los pueblos de Teruel. La señal de recepción de la televisión a veces se pierde. La de la telefonía móvil e internet, problemática, depende de la ubicación de las viviendas. El cobre de la antigua línea de telefonía de Telefónica ha sido saqueado recientemente. Esperamos la introducción de la fibra óptica en la cañería que se ha enterrado chapuceramente. ¿La veremos entrar a los domicilios?La convivencia entre habitantes permanentes y periódicos, todas y todos, es saludablemente afable.

Llegando a este punto no deberíamos olvidar la persona del asturiano Agustín Santa Ana Montes, que vivió aquí y fue asesinado por la represión franquista en 1947.

Santa Bárbara: otro destino en Teruel alternativo al desatino turístico de altos vuelos. Discretamente placentero. Con la luz que nos trae septiembre se ha puesto estupendo.


* Santa Bárbara es un barrio de Aliaga, municipio turolense, a 2,5 km de distancia en dirección a la capital.

Gran parte de la información aquí reseñada se debe a la memoria de mi amigo Enrique Suco, el habitante más veterano del barrio. Y también a la de mi amiga Ana Cruz.

Gonzalo Tena Gómez

Colectivo Sollavientos